sábado, 30 de octubre de 2010

Odio




1 - Mi primera lectura política fue el libro Conducción Política. Tenía entonces 14 años, y junto a un grupo de compañeros formamos el primer centro de estudiantes de la escuela a la que concurría, tras la caída de la dictadura cívico - militar. Lo había elegido al azar, lo abrí para ver de qué trataba y no pude dejar de leerlo. Entonces empecé a comprender el odio que motivó la proscripción, la persecución, tortura y muerte, y entendí también que no solo había que gestar una experiencia, sino estudiar las experiencias. Tiempo después y ya militando orgánicamente en la UES, los compañeros me acercaron “La Formación de la Conciencia Nacional” de Hernández Arregui, y fue entonces cuando el solicitantedescolocado me vio leyendo en la Unidad Básica del Barrio y me dijo: “bien pibe, hay que prepararse, pero no te asustes si no podes terminarlo” y me tiró por la cabeza con “El Hombre Mediocre” de José Ingenieros.
Por ese entonces comencé a trabajar medio tiempo, y el primer sueldo lo gaste en libros. Mis propios libros. En realidad no me alcanzó para mucho, pero en una mesa de saldos compre “La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas” de Don José Maria Rosa y “Mi Mensaje” de Eva Perón. Esos, son los dos libros que más veces leí en mi vida. Al libro de Don Pepe Rosa lo leo una vez cada dos o tres años, como quien lee una buena novela y cada vez que promedio su lectura, no puedo evitar la angustia que me provoca conocer el final de esa trama épica, plagada de héroes y traidores. Sin embargo, “Mi Mensaje” es un librito al que recurro cada vez que mi autoestima militante es golpeada por la dinámica de los tiempos, así como un creyente vuelve a un texto considerado sagrado o un zonzo a los libros de, por ejemplo, Ari Paluch.

2 – El miércoles 27 de octubre lloré. Primero de tristeza. Luego conmocionado por esa inmensa muestra de cariño y compromiso con un proyecto que me hace sentir incluido y con el tipo que fue/es/será protagonista excluyente de este proyecto.
Durante estos días, el pueblo redacto un comprometido poema de amor. Con cada declaración o cada gesto. Ante las cámaras de televisión o las radios. En sus casas, en la plaza o en la capilla ardiente. En todos lados tuve oportunidad de asistir a algún aporte a la construcción poética del mito fundante en esta nueva etapa de la participación popular. Quien sepa leer las estelas que deja el pueblo a su paso, habrá previsto esta manifestación a partir de los festejos por el bicentenario. Pero entre el miércoles a la mañana y el viernes a la noche, el campo popular, el pueblo, redactó su poema y con él envió un mensaje en varias direcciones: “Te queremos así, ni un paso atrás”.
Mientras tanto, y desde el minuto cero, los operadores del establishment intentaron condicionar desde las tribunas habituales a la presidenta de todos los argentinos. A la persona a quien el pueblo le confirió el poder de tomar con firmeza las riendas del estado. Fue así que Eduardo van der Kooy y Rosendo Fraga se pelearon por ver quien era el primero en expresar la posición de los grupos de poder concentrado. Luego le siguieron Joaquín Morales Solá y Julio Blank. Entre otros, claro, ellos fueron la voz de los que siempre tuvieron voz, voto y poder de veto en este país. Como siempre hicieron su trabajo, poniendo condiciones o tratando de sembrar intrigas absurdas.

3 – Vuelvo a mi libro de la compañera Evita. Cuando con el grupo de compañeros con quienes militaba sobre el final de mi adolescencia tuvimos la oportunidad de abrir dos o tres locales, sembramos sus paredes con unos pequeños afiches diseñados por nosotros.
Tomamos entonces un capítulo del libro que quiero compartir:

EL ODIO Y EL AMOR
En años de lucha he aprendido cómo juegan su papel en el gobierno de los pueblos las fuerzas políticas nacionales e internacionales, las fuerzas económicas y espirituales de la tierra, y cómo se disfrazan las ambiciones de los hombres. Yo he visto a Perón enfrentándolos de pie, sereno e imperturbable, mirando siempre más allá de su vida y de su tiempo, con los ojos puestos exclusivamente en la felicidad de su pueblo y en la grandeza de su Patria. Nada ni nadie pudo ni podrá apartarlo de su camino. Yo recuerdo cómo, en los primeros tiempos de su lucha, debió enfrentar la calumnia que intentaba separarlo de sus descamisados: decían que él era un peligro para el pueblo porque era militar. Algunos años después, como la calumnia no prosperó, sus enemigos trataron de enfrentarlo con las fuerzas armadas. Decían que Perón intentaba crear una fuerza en los trabajadores para sustituir el influjo militar en el Gobierno de la República. Sobre todas estas cosas quiero decir la verdad ¡mi auténtica verdad! y espero que alguna vez se imponga sobre tanta mentira, o por lo menos -aunque no me crean- sirva para algo a los pueblos del mundo en sus luchas por la justicia y por la libertad. Declaro que pertenezco ineludiblemente y para siempre a la "ignominiosa raza de los pueblos". De mí no se dirá jamás que traicioné a mi pueblo, mareada por las alturas del poder y de la gloria. Eso lo saben todos los pobres y todos los ricos de mi tierra, por eso me quieren los descamisados y los otros me odian y me calumnian.
Nadie niega en mi Patria que, para bien o para mal, yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle. Por eso, porque sigo pensando y sintiendo como pueblo, no he podido vencer todavía nuestro "resentimiento" con la oligarquía que nos explotó. ¡Ni quiero vencerlo! Lo digo todos los días con mi vieja indignación descamisada, dura y torpe, pero sincera como la luz que no sabe cuando alumbra y cuando quema. Como el viento que no distingue entre borrar las nubes del cielo y sembrar la desolación en su camino. No entiendo los términos medios ni las cosas equilibradas. Sólo reconozco dos palabras como hijas predilectas de mi corazón: el odio y el amor. Nunca sé cuando odio ni cuando estoy amando, y en este encuentro confuso del odio y del amor frente a la oligarquía de mi tierra -y frente a todas las oligarquías del mundo- no he podido encontrar el equilibrio que me reconcilie con las fuerzas que sirvieron antaño entre nosotros a la raza maldita de los explotadores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario